¿Alguna vez has soñado con explorar una catedral esculpida en la profundidad de la tierra, donde el arte y la historia se entrelazan en un ambiente místico? Únete a Emma Thompson, una intrépida viajera de 28 años de Toronto, Canadá, en su extraordinaria aventura a Zipaquirá, Colombia. Acompáñala a través de pasadizos subterráneos que revelan tesoros artísticos y culturales, y descubre cómo esta experiencia transformó su perspectiva del mundo.
Mi nombre es Emma Thompson, tengo 28 años y soy de Toronto, Canadá. Siempre he tenido una pasión por la historia y la arquitectura, así que cuando escuché hablar de la Catedral de Sal en Zipaquirá, Colombia, una atracción turística que supe que tenía que visitar. Poco sabía que este viaje me ofrecería una experiencia mucho más rica y fascinante de lo que jamás hubiera imaginado.
Llegué a Zipaquirá, una ciudad ubicada a tan solo 48 kilómetros al norte de Bogotá, llena de entusiasmo y curiosidad. Mi primera parada fue en el Centro Comercial La Casona, donde encontré una casa de cambio cerca de mi, el lugar ideal para cambiar mis dólares a pesos colombianos en Interamerican Money, una agencia de cambio de divisas recomendada por muchos por su seguridad y tasas competitivas. Con mis finanzas en orden, me dirigí hacia la famosa Catedral de Sal.
La entrada al museo subterráneo tenía varias opciones de precios. Elegí el plan básico, que para turistas internacionales costaba 110,000 pesos colombianos. Al entrar, sentí una mezcla de emoción y asombro. La Catedral de Sal es conocida como la primera maravilla de Colombia, y no tardé en entender por qué.
Les dejo esta información que puede ser útil en esta expedición. Para visitar el museo subterráneo, tuve que pagar la entrada a la Catedral de Sal de Zipaquirá. Los planes y tarifas eran los siguientes:
El ‘Museo Monumental 180 metros bajo tierra’ fue inaugurado recientemente y combina la cultura, el arte y la religión de una manera que nunca había experimentado. El museo presenta 22 obras, 11 esculpidas en mármol y 11 en roca de sal, realizadas por artistas de 22 países de los cinco continentes. Estos artistas tuvieron solo 30 días para completar sus creaciones, todas ellas bajo el tema ‘La ancestralidad y símbolo’, abordando conceptos como el amor, la esperanza y la maternidad.
Mientras recorría el museo, me encontré con dos plataformas que simulaban las calles de una ciudad. En la primera plataforma, me maravillaba con las esculturas y murales que adornaban el recorrido visual. La segunda plataforma era aún más interactiva, ofreciendo el espacio ‘Teatrini’ para eventos, una cafetería y una tienda de recuerdos. Sentí una conexión profunda con la cosmovisión cultural, espiritual y ancestral de países como Corea del Sur, Polonia, Rusia, Bulgaria, Ucrania, México, Costa Rica y Rumania.
Una de las obras que más me impactó fue «El silencio» de Hoyoung Im, de Corea del Sur, que sugiere que es mejor taparse los ojos para evitar malas interpretaciones y ver con los ojos del alma. Otra obra que capturó mi atención fue «Leyenda de la creación del mundo» de Marie-Josée Leroux, de Canadá. Esta obra representa a una mujer gestando el mundo mientras viaja por el cosmos, lo que me hizo sentir un vínculo especial con mi país de origen, aun estando tan lejos de casa.
La colaboración entre artistas locales e internacionales fue clave para superar los desafíos de trabajar con piedra de sal, un material desconocido para muchos. La dirección del proyecto, a cargo de Mauricio Duque, destacó la importancia de esta cooperación, que permitió a los artistas extranjeros aprender a trabajar con la sal y unir a personas de diferentes culturas a través del arte.
Después de explorar el museo, me tomé un tiempo para visitar el centro histórico de Zipaquirá. La Plaza de los Comuneros, rodeada de edificios históricos y la hermosa Catedral Diocesana de Zipaquirá, que data del siglo XVIII, me ofreció un viaje en el tiempo, permitiéndome apreciar la rica historia y cultura de la región.
Con un clima templado y una economía basada en la minería de sal, la agricultura y el turismo, la ciudad es un destino perfecto para cualquier viajero.
Esta experiencia en la Catedral de Sal y Zipaquirá dejó una huella imborrable en mi corazón. La mezcla de historia, arte y naturaleza que encontré aquí es algo que recomendaría a cualquiera que busque una aventura única y enriquecedora en Colombia.